sábado, noviembre 17, 2007

Genial

Tipos como estos no se tienen que morir nunca.
Recién acaba un reportaje en Radio Continental a Antonio Carrizo, creo que no duró mas de cinco minutos. En ese lapso adquirí mayor riqueza de la que contenía todo lo que pude escuchar y ver en radio y televisión en los últimos quince días.
Comentó acerca de sus reportajes a Borges, los chismes que el escritor le contaba, que solía empezarlos con un ¿se enteró?
Y habló sobre la lectura, no solo aquella que tenemos delante de páginas escritas, sino también la lectura que hacemos de una conversación, de la gente que nos rodea, de todo aquello que concurre a nosotros.
Dijo: El que lee ejerce una forma de curiosidad y, qué quieren que les diga, me emocionó.
Qué frase, qué contundencia, por Dios...
Saludos a todos

jueves, noviembre 15, 2007

Die Ehre Gottes Aus Der Natur

Como me hace hervir la sangre...
Esos acordes de Beethoven, donde parece que no entra ni una nota mas. Alguna vez en una biografía el autor citaba que, si bien Don Ludwig era sordo, escuchaba con el corazón.



Tuve la suerte de cantarlo, en castellano, hace unos años. No puedo evitar escucharlo y volver a cantar una y otra vez la parte de bajos.
La versión está linda, aunque tiene mucha mas polenta si el acompañamiento es con el órgano de tubos.
Saludos

viernes, noviembre 09, 2007

Un cuento

Al poco tiempo de haber llegado a la isla, uno de los diarios que aquí se editan hizo un concurso de cuentos. Mitad por curiosidad y mitad porque no tenía otra cosa que hacer se me ocurrió participar. Por supuesto, ni figuré.
Aquí transcribo mi único cuento hasta el día de hoy.

EL HINCHA EN BLANCO Y NEGRO

Los abuelos suelen ser una fuente de información sobre el pasado. Relatan anécdotas, historias y experiencias tanto propias como transmitidas. Muchos chicos sienten la curiosidad de averiguar a través de ellos datos sobre temas que por su antigüedad no conocieron, y saber cómo era antes tal o cual cosa. Santiago es uno de estos investigadores.

Durante las visitas a los abuelos, que junto con sus padres Santiago realiza casi todos los sábados por la tarde, siempre hay un rato para que Eduardo (así se llama el abuelo) cuente algo interesante. Hechos que para su nieto resultan sorprendentes por lo curiosos o risueños. Entonces él, entre las historias que le narra su abuelo y la merienda que le ofrece su abuela, disfruta de una tarde de novela. Casi siempre, antes de comentar algún hecho, don Eduardo se pasa la mano por su cabeza (mitad calva, mitad canosa), entrecierra los ojos un poquito – como quien busca enfocar mejor- e inicia el relato.

Ya habían conversado sobre la tele en blanco y negro, las obras de teatro por radio y los tranvías. Ya el abuelo le había relatado varias veces aquel viaje de su juventud a Mar del Plata en esa especie de colectivo sin techo al que, por su forma, le llamaban bañadera.

Pero la mayoría de las veces los recuerdos del abuelo rumbean para el lado futbolero. Al nieto le gustan todas las historias, pero cuando su nono habla de fútbol (o fulbo como suele mencionarlo) el nene observa que los ojos del abuelo toman un brillo especial, como si lo que relata lo estuviera viviendo nuevamente. Le ha contado acerca de equipos que en su opinión hicieron época, como la máquina de River, el Racing de José, ó el Huracán de Menotti. Revivió con él goles y hazañas de jugadores inolvidables. Todas referencias de un fútbol criollo que el abuelo pudo ver en vivo y en directo, como hincha y espectador.

Santiago tiene doce años. Cuando él nació, Argentina ya había obtenido sus dos campeonatos mundiales de mayores. Vio por la tele los diferentes campeonatos mundiales juveniles para diversas edades, también observó muchos amistosos, alguna que otra edición de la Copa América y, siendo que en la mayoría de las veces Argentina era protagonista, creyó que siempre había sido de esa forma, que los seleccionados argentinos eran candidatos naturales en todo cuanto disputaran. Él pensaba que la celeste y blanca salía a la cancha y los rivales temblaban. Si bien sufrió frente a la pantalla el baile que nos dieron los colombianos en aquella olvidable tarde del 0-5 en el Monumental, y aunque el abu le había comentado en voz baja, como si no quisiera acordarse, del desastre del mundial de Suecia en el ’58, para él eran solo hechos aislados.

Un sábado a la mañana, Santi (como lo llaman sus papás) ya había desayunado y empezaba a incursionar en el aburrimiento, cuando de un pilón de revistas viejas que su padre guardaba, tomó una cualquiera y se puso a hojearla. Esa revista ya la había leído muchas veces, pero esta vez reparó especialmente en una foto, seguramente ya vista en otras tantas oportunidades, aunque en esta ocasión un detalle al que antes no le había llevado el apunte lo sorprendió. Se guardó el ejemplar para mostrárselo esa tarde al nono, como una curiosidad.

La foto en blanco y negro muestra un jugador de la selección argentina que acaba de patear un tiro libre, el arquero del equipo rival está terminando su vuelo tratando de atajar la pelota (hasta aquí no hay nada extraordinario). Por detrás de esta imagen se observa la tribuna llena de público (tampoco esto significa nada especial). Pero en esa tribuna colmada puede distinguirse perfectamente a un espectador con sus brazos en alto festejando el golazo de tiro libre. Uno solo entre todos los demás.

“Que cosa rara”, pensó Santiago, “¿Este tipo está gritando solo?”

Algunas horas después, mientras estaba terminando la chocolatada que le ofrecía la nona y los padres tomaban mate, le mostró la revista al abuelo. Observando la foto en cuestión y con una sonrisa en los labios, don Eduardo cumplió con la ceremonia de alisar sus canas, entrecerró los ojos y le dijo a su nieto
“¿Te acordás, Santi, cuando te comenté que no siempre fuimos candidatos en todo?. Esta foto es de un partido en el que fuimos como punto y terminamos siendo banca”

Eduardo empezó con el relato de un partido que los seleccionados de Alemania Occidental y Argentina jugaron en el estadio olímpico de Munich en febrero de 1973. En esos momentos Alemania ya era una gran potencia futbolística, venía de ganar copas europeas y era el organizador del campeonato mundial a disputarse en el año siguiente, que también lo tendría como Campeón.

“Esos gringos le hacía cinco goles a cualquiera.” – Recordaba Don Eduardo – “Tenían un arquerazo que se llamaba Maier, después jugaban monstruos como Vogts, Overath, Breitner y sobre todos estos, Beckenbauer. A lo mejor ni idea tenés de quienes te hablo Santi, pero te pintaban la cara de todos los colores...”

“ Nosotros fuimos con una selección que estaba tratando de armar Sívori. Era un lindo equipo, con muchos de los mejores jugadores que teníamos en esa época. Beto Alonso, Ghiso, Brindisi, el inglés Babington, Avallay, Quique Wolff y otros más”

“Imaginate la sorpresa de todos cuando a los quince del primer tiempo íbamos ganando dos a cero, después en el segundo tiempo nos pusimos tres a cero. Pero ojo Santi, jugando bien, ni hicimos el catenaccio de los tanos, ni nos colgamos del travesaño. ¡Les salimos a jugar de igual a igual y les estabamos ganando en su cancha!”

El abuelo hablaba y movía las manos como queriendo remarcar cada frase, al recordar algunas jugadas se ponía de pie e imitaba los movimientos de los jugadores.

“La foto que ves en la revista es del segundo gol. Un tiro libre donde Alonso acarició la pelota como si en el botín tuviese una mano. Tené en cuenta Santi, que en 1973 era todo muy diferente en materia de fútbol. Nosotros estábamos creciendo, Argentina ya era conocida a nivel de equipos pero no tanto por los seleccionados. Cuando fuimos a jugar a Munich sabíamos que era un partido muy dificil porque los capos eran ellos. Los argentinos que estaban allá habrán vivido esa visita de nuestra selección como algo muy especial. Y ese hombre que está festejando entre tantos alemanes sorprendidos, fue testigo privilegiado de una victoria por tres a dos que durante mucho tiempo fue recordada por lo sorpresiva”

Santiago escuchaba atentamente a su abuelo. Cuando éste hizo silencio, se quedó pensativo unos instantes asintiendo con la cabeza.

“Ya entiendo. Después empezamos a ser mas poderosos, vinieron los títulos mundiales, creímos que teníamos que ganar siempre, y nos empezamos a olvidar de disfrutar partidos como estos, ¿no, abu?”

Don Eduardo sonrió con satisfacción, mediante un simple recuerdo futbolístico estaba ayudando a que su querido nieto comprendiera que siempre se empieza de abajo, y que no hay que olvidarse de la etapa donde no se es tan conocido. Porque cuando hay finalmente un reconocimiento, antes hubo que trabajar mucho para ello.

“Si, Santi, muy bien, porque si te la creés, en algún momento va a venir alguno que quiere crecer, te va a ganar en tu cancha, y te va a hacer acordar a la fuerza que, como alguna vez te comenté, el chueco Fangio decía que hay que trabajar para ser campeón, pero nunca sentirse campeón.”

Santiago volvió a mirar la foto y se detuvo una vez más en aquel solitario y desconocido hincha en blanco y negro. Pudo imaginarse la tensión que habrá sentido al dirigirse, seguramente sin mayores pretensiones, hacia el estadio. Pudo también imaginar la alegría y sorpresa con la que, al terminar el encuentro, habrá regresado a su casa. Alegrías sencillas y perdurables.

Como las que puede brindar el fútbol.

miércoles, noviembre 07, 2007

¿No me digan?

Hoy leí una noticia sobre una encuesta en la que fueron votados los mejores 100 futbolistas de la historia. Pelé figura como primero y Diego como sexto.

Tal vez la hicieron entre los habitantes de la isla de Java.

Quizá votaron exclusivamente brasileños.

No me cabe duda que analizaron exhaustivamente todos los datos que figuran en la nota, como para determinar la ubicación de cada futbolista. Y de lo que tampoco dudo, es de que los votantes jamás, jamás, se emocionaron mirando un partido.

Nunca nos vamos a poner de acuerdo con los brasileños, esto está claro, ellos seguirán sosteniendo a Pelé y nosotros a Maradona. A Pelé le ayuda, a los ojos del mundo, el haber sido mucho mas "políticamente correcto" que Diego. Por si alguien no lo recuerda, sugiero buscar aquellas imágenes de la final del Mundial '94 en EE.UU. con don Edson Arantes luciendo una corbata con los colores de la bandera del país anfitrión.

Pero que entre ellos dos, exclusivamente, se dirime quien fue el mejor, creo, supongo (y espero) que no haya dudas.

Por lo pronto, alguna vez escuche a Victor Hugo decir algo que me encantó, y que es facilmente entendible cada vez que volvemos a saborear el gol contra los ingleses, cuando aparecen fotos de su tobillo durante Italia'90, cuando analizamos las veces que volvió de lesiones o suspensiones y siempre a su nivel, cuando también podemos ver la devoción para con él que se mantiene inalterable en Nápoles.

Dijo El mas grande jugador de fútbol fue Pelé, porque Diego, Diego jugaba a otra cosa.

jueves, noviembre 01, 2007

Hijas de tigre...

Tengo dos hijas, que en este mes que se inicia cumplen 15 y 13 años. Están (como corresponde) metidas en su mundo, sus amigos, la música que les interesa (por fortuna no es cumbia) y todo lo que tienen que hacer personas de esas edades, incluyendo no soportarse, discutir a rabiar muchas veces con la madre y, en ocasiones, no hacerme el menor caso.

Pero siempre hay un detalle que matiza absolutamente todo, y hace que el deseo de revolearles algo no se lleve a cabo.

Hace algunos días mi hija menor estaba en mi casa y, observando un libro que yo tenía sobre la mesa (Triste solitario y final, de Soriano) leyó el nombre de la editora.

Qué grande... es la misma de mis libros de Agatha Christie

El domingo pasado yo estaba a la noche en casa de ellas, habíamos terminado de cenar y mientras me encontraba lavando los platos, la mayor veía el programa de Felipe Pigna.

Este tipo es un grosso... refiriéndose a los conocimientos del historiador.

En ambos casos, casi me degüello con mi sonrisa.